Milagros… no
pido milagros. Para mí vivir es un
milagro y es un milagro mi siguiente respiración. Porque veo milagros donde
quiera que pongo la mirada no pido nada, y en vez de eso confío y espero.
Confío en su bondad infinita, en su inteligencia, en su amor… Y espero lo mejor
para mí, aunque de momento no sea capaz de advertirlo.
La vida
cambia cuando se empieza a pensar así. Cuando se comprende que cada uno de
nosotros es ya de por si un milagro. Cuando deja de uno de pedir y se empieza a
disfrutar de lo que se tiene. Cuando deja uno de buscar y se concentra uno en
vivir… Cuando están de más las explicaciones y las teorías y la existencia se
llena de divinas pequeñeces.
Vivir, eso
es todo. Vivir cada día con sus afanes y sus problemas… Vivir cada día con sus bellezas escondidas,
con sus minúsculas alegrías, con sus insignificantes milagros.
No espero
que llueva fuego del cielo, o que se separen los mares… Me basta con ver
sonreír a un niño de ocho meses, volar una mariposa, mantener viva una
esperanza...
Los milagros
nos rodean. Abre bien los ojos y empieza a buscarlos, a descubrirlos… a
agradecerlos…