sábado, 9 de noviembre de 2013

Morir es nacer...



Morir es volver a nacer. Esa es mi fe. Mi Dios es poseedor de una imaginación infinita, y por supuesto que una sola vida no me satisface. Es, por decirlo así, demasiado corta… Y hay tanto por hacer, por ver, por disfrutar…
Tampoco creo en la reencarnación, aunque confieso que un tiempo simpaticé con esa idea. Hoy no creo que al morir volvamos a este mismo mundo. Insisto, Dios es demasiado grande, y debe haber pensado alguna otra solución… Más bien lo que creo es que volveremos a vivir en otros mundos, en otras dimensiones es quizás más correcto… Moriremos de nuevo, y la historia se repetirá en sucesivos estados evolutivos hasta ser finalmente iguales a Él.
Dicen por ahí que cuando un niño nace cree que va a morir. Y nada es más lógico. Está en un sitio cómodo, tranquilo, no necesita de nada, y de buenas a primeras es arrojado a un cruel exterior… Y sin embargo, una vez pasada la primera impresión, que enorme diferencia… Es algo inconcebible.
Y para mí así es morir… Volver a nacer no sé dónde, ni me preocupa. Mi Dios es inmenso, y algo debe de tenerme preparado; algo bueno, tan bueno como ese enorme cambio entre el bebé dentro del vientre materno y el individuo que vive su vida entre nosotros.
No temo morir. No se cómo será, pero sí sé que Dios estará conmigo en esos momentos… y que al despertar un nuevo mundo se extenderá ante mis asombrados ojos, un mundo tan diferente a este que es imposible imaginarlo…

No hay comentarios:

Publicar un comentario